Durante algunos años los monoveros que quisimos tuvimos el privilegio de visitar y vivir las fallas de la mano de Lino y Eva. Sin hoteles, en su casa. Sin restaurantes, en su comedor; y si alguno visitábamos (el Palacio de la Bellota era obligado) Lino bloqueaba nuestras tarjetas y la caja sólo respondía a un gesto suyo.Confesión de parte: Servidor descubrió las Fallas en aquellos años. Y con ellas alguna cosa más:
- Que la mascletá es una sucesión de ruidos armónicos que le eriza el vello a los valencianos.
- Que no hay ni solo minuto del dia sin olor a polvora, ruido de petardos, tracas o cohetes.
- Que la ley física de la impenetrabilidad de los cuerpos es constantemente desafiada en las calles de Valencia durante las fallas (en particular recuerdo un paseo nocturno por el barrio del Carmen, o la visita a la falla del Literato Azorín, donde alguien salió en volandas)
- Que una tarde de toros en Valencia hay que lidiarla ataviados con blusón y con el pañuelo anudado al cuello.
- Que hay tantos puestos de buñuelos con chocolate como monumentos falleros.
- Que en Valencia, todo, todo, está a deu minutets anan.
- Y que Lino y Eva son unos excelentes anfitriones.
En estos días previos a San José, con la mascletá a las dos en punto, uno no puede por menos que recordar esos paseitos de deu minutets bajo el cálido sol de la primavera valenciana.
Son las Fallas.
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