Marco Polo dejó constancia en su Libro de las maravillas de lo que vio y oyó en su célebre viaje rumbo a China. También de las historias que le contaban los lugareños por donde pasaba y que situaban en Sava, ciudad enclavada en las áridas tierras de la antigua Persia, el lugar donde supuestamente estaban enterrados Melchor, Gaspar y Baltasar.
En Sava, hoy Saveh, no queda ni rastro de enterramientos tan pretéritos como los que supuestamente debían acoger a los tres bíblicos personajes.
Sin embargo, sólo es necesario adentrarse un poco en el desértico corazón de Irán para descubrir las construcciones que muy posiblemente Marco Polo identificó como las tumbas de los Reyes Magos: las dajma o torres del silencio que en la ciudad de Yazd levantaron hace siglos para rendir un último homenaje a sus muertos los seguidores del zoroastrismo, la primera religión monosteísta de la historia. Numerosos textos antiguos identifican a los tres bíblicos personajes como sacerdotes de esta antigua creencia aún viva.
Una cosa es insistir en que los Reyes son los papás, estupidez ésta muy extendida después de los primeros años de vida de los humanos, y otra muy distinta es cargarse a los Reyes Magos y enterrarlos en dios sabe dónde. Marco Polo será muy viajado y todo eso, pero no tiene ni idea de lo que pasa por aquí en la noche del 5 al 6 de enero. Ni caso.
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